El director de teatro encontró que en la malograda vida de una pintora alemana que fue víctima del nazismo había un puente con el presente. "Tengo el deber de golpear al espectador con estas cosas", dijo sobre la historia que escribió y dirige.
Se chocó con la vida de Charlotte Salomon mientras coordinaba un taller expresivo junto a una docente de literatura y otra de historia. Hasta ese momento, desconocía la vida, la obra y la tragedia que envuelve a la artista alemana, que murió a los 26 años en el campo de concentración de Auschwitz.
Desde entonces, nunca paró. Primero la sorpresa, luego la búsqueda de información y la investigación, siempre el convencimiento de que esa historia había que contarla desde el teatro, su herramienta para la transformación que tanto lo apasiona, lo empodera y lo enciende.
Así se lo ve a Lalo Alías, dramaturgo y director de “Charlotte (¿vida? O ¿teatro?)”, la obra que estrenará este sábado a las 20 en el escenario de Cuatro Elementos (Alberti 2746) y que subirá a escena durante todo el verano en el mismo complejo.
“Es el teatro que es tan generoso que a uno le ofrece nuevas maneras de entender la vida, de metaforizar la vida, de avanzar” (Lalo Alías).
“Quedé muy impactado, porque es una historia muy teatral, hay que hacerla, es maravillosa, una historia de vida increíble. Mi sueño de hacer Charlotte tiene siete años”, cuenta a LA CAPITAL, junto a Sol Villarreal, la actriz que en escena pone el cuerpo de la joven pintora alemana.
Para ella, el proceso de convertirse en Charlotte resultó arduo: diez meses de ensayos y de conexión con una vida dura. “Es un desafío a nivel profesional, además estoy rodeada de grandes maestros“, dice sobre sus compañeros: Pedro Benítez, Rosita Pelaia y Patricio Hidalgo.
“Aprendí muchísimo durante este año y fue complejo abarcar a Charlotte, no fue fácil, tiene un mundo interno de mucho dolor y ponerme al servicio de eso, con mi cuerpo y mis emociones, fue un proceso creativo para el que necesité estar con toda mi energía. Con Charlotte nos vamos encontrando, ensayo a ensayo”, agrega, sin dejar de sonreir.
Es que “Charlotte vivió tragedias familiares -sigue Lalo-, padeció el nazismo y como artista fue una adelantada a su época, utilizaba en sus cuadros colores muy estridentes, esribía en sus pinturas. Una de sus obras está formada por 786 acuarelas que forman parte de una sola obra”.
Antes de la pandemia de Covid-19, una muestra de Salomon en Barcelona, España, demostró la vigencia de su obra, que para muchos se anticipa a la novela gráfica. Semejante éxito postmorten resultó inimaginable para Charlotte, quien acarreó una existencia plagada de dolor y cuyos detalles se cuentan en el libro de David Foenkinos, que resultó el soporte para que Alías construyera la dramaturgia.
“Es un desafío a nivel profesional, además estoy rodeada de grandes maestros” (Sol Villarreal)
Esta es la primera obra que escribió Alías, un reconocido actor marplatense, quien también inició el camino de la dirección. Luego de “Charlotte”, escribió “Zapa”, sobre las mujeres espías que ayudaron en la independencia americana, y la estrenó primero. En ambas, prevalece el teatro histórico y las protagonistas son mujeres.
Lalo acepta tener una especial inclinación por la dramaturgia que se teje con la historia. “Me gusta investigar, poder conectar hechos e hilvanarlos con otros. Empiezo a unir hechos y otros los ficcionalizo”, explica.
-¿De qué manera se conecta esta historia con el presente, cuál es el puente con el 2022?
-El puente tiene que ver con el desprecio que hay por el que es diferente, en este caso es una mujer judía, pero hoy el desprecio es por el gordo, el homosexual, el flaco, el negro, el pobre… Es una monstruosidad cómo que se está naturalizando. Al principio en la puesta de Charlotte teníamos algunos símbolos nazis, pero después dije ‘no, no quiero nada, yo quiero que el espectador sienta que esto puede pasar hoy’. Y de hecho pasa, porque hubo grupos neonazis en Mar del Plata. Está bueno que el teatro se nutra de ese extrañamiento para el enlace con el espectador, que tiene que sentirse atravesado por esta historia para poder transformarse. El teatro es una herramienta de transformación social. Yo tengo el deber de golpear al espectador con estas cosas. Me parece que la obra va a tener ese efecto. Yo confío. Tengo una confianza maravillosa en semejante historia.
-Con este camino que abris en la dramaturgia ¿siempre hay cosas por descubrir en el teatro?
-El teatro es tan maravillosamente amplio y generoso que me sigue dando otras posibilidades para desarrollar y para encontrarme, en la dirección, en la dramaturgia. Me da muchas posibilidades nuevas de trabajar, de desarrollarme en ese perfil. El teatro te lo da constantemente. Recuerdo que Juan Carlos Gené decía que el hombre de teatro es el hombre total. Y yo dije ‘este hombre está loco, ¿qué dice?’. Yo soy actor y si bien soy actor hasta los cuatro pelos que me quedan, el teatro me abre nuevos caminos todo el tiempo. Después de muchos años del actor vino el director y ahora viene el dramaturgo y siento que tengo un camino enorme por recorrer, por trabajar, por profesionalizarme, por aprender. Es el teatro que es tan generoso que a uno le ofrece nuevas maneras de entender la vida, de metaforizar la vida, de avanzar.